Temprano a la mañana siguiente, ataron a Jesús y lo llevaron ante Pilato, donde le preguntaron si era el Rey de los judíos. Jesús respondió que fue traído al mundo para decir la verdad. Mientras Pilato juzgaba el caso de Jesús, la esposa de Pilato le envió un mensaje para que no tuviera nada que ver con Jesús.
(Marcos 15:1-2; Mateo 27:19)
Según la tradición, en cada Pascua el gobernador liberaba a un prisionero elegido por el pueblo. Las opciones que se le presentaron al pueblo fueron liberar a Jesús o a un conocido terrorista llamado Barrabás. Los principales sacerdotes habían convencido a la multitud para que pidieran la libertad de Barrabás y así fue. Entonces la multitud pidió que clavaran a Jesús en una cruz. Pilato sabía que no podía hacer nada y se lavó las manos, limpiándose de lo que estaba por venir.